Tras cruzar la frontera por Carolina Olivares

columna refugiados

Después de un largo camino

que ha durado kilómetros y kilómetros,

he caminado cabizbajo

con los pies destrozados y el alma en vilo:

tras cruzar la frontera, me paro para dar un suspiro.

   La vida me robó mi verdadero nombre

pues otros me dicen Emigrante.

Huí de mi tierra forzosamente por estar aquella en guerra

por ello mi condición de emigrante cambió.

Tras cruzar la frontera: ahora soy un refugiado.

   Algunos paisanos míos

también huyeron del país que los vio nacer:

sus ideas políticas o religiosas,

distintas a las de los mandatarios

les convirtieron en gentes perseguidas.

   Hoy, aun siendo un refugiado,

cierro los ojos y regreso al camino que me trajo hasta aquí:

por él siguen deambulando cientos, miles de extranjeros

que del mismo modo que yo están huyendo

sin entender realmente el por qué.

   Refugiado o extranjero

tengo un corazón igual que el tuyo.

Y sin haber juzgado, me he visto juzgado y sentenciado

por los que ostentan el poder y llevan mi misma sangre.

Sólo soy una persona, antes y después de cruzar la frontera.

En Madrid, a día 21 de octubre del año 2.015.