
MIS IMPRESIONES SOBRE EL LIBRO “QUE ES LA DIGNIDAD”
de Carlos Luis Álvarez – CANDIDO
Ediciones Martínez Roca –ISBN 84-270-2690-0
SINOPSIS
“La dignidad es silenciosa, hay siempre un poco de amargura en ella y depende exclusivamente de cada uno de nosotros. Cuando la razón es aplastada y ensordecida, el perfume de la dignidad la sustituye. Es el ultimo agarradero del ser humano cuando la razón es imposible y, asegura contra toda esperanza y también contra todas las apariencias, la difícil obra de hacerse persona”
La dignidad nos hace seres humanos. Este es el punto de partida de un personal y enriquecedor recorrido por la literatura, la historia y la filosofía de un concepto básico y atemporal. De la mano de grandes nombres de la cultura universal, desde San Ignacio, Cervantes, Unamuno a, Séneca, Kafka o Charlot, el autor repasa, tanto temas clásicos (el concepto español de la honra o la deshumanización del hombre contemporáneo) como problemas éticos y políticos de actualidad (la inmigración, la violencia domestica o el terrorismo).
La imagen como apariencia: De Narciso a Dorian Grey Las imágenes colectivas De la intimidad vulnerada aborto y eutanasia Un griego entre humanoides Terror, inmigración y parricidio – ¿Qué ha hecho el pasado con nosotros? Protestas contra la indignidad Breve final.
Que es la dignidad no busca la panacea de las respuestas sencillas, sino la reflexión y el bálsamo de las grandes preguntas.
MIS IMPRESIONES
Ya hace más de 20 años, que compré y leí este pequeño pero enjundioso libro de Cándido, a quien seguía en sus artículos y publicaciones. De él, Eduardo Haro Tecglen, dijo con acierto: “Tiene una cultura, un conocimiento sagrado de clásicos y modernos, los romanos o los asturianos. Cicerón o Pérez de Ayala, un giro latino, una lectura particular y misteriosa de lo sagrado, un fondo milenario de sefardita y, escribía con todo ello”. Me alucinó la novela “Pecado Escarlata”, que basó en un trabajo de encargo para relatar en un título “Los mártires de la Iglesia” con el subtitulo Testigos de su fe, que debía redactar para la firma del abad del Monasterio del Valle de los Caídos, fray Justo Pérez de Urbel, pero las prisas hicieron que Cándido se inventase muchos de esos heroicos mártires de la fe para ir mas rápido; el beneficiario nunca le dio las gracias, ni se molestó en verificar la obra[1].
Retomé la lectura de “Que es la dignidad”, ahora con la riqueza que me aportan los más de 80 años vividos y el júbilo del tiempo disponible para disfrutarle de nuevo, poniendo énfasis en mis subrayados de ayer.
Cándido consideraba que las apelaciones a la dignidad eran frecuentemente superficiales. No tengo duda de ello, y coincido con su puntualización: “la persona encuentra en la dignidad su íntima realización como tal”. Usa el autor a Kant y su definición de la dignidad, como referencia: “En el reino de los fines todo tiene o bien un precio o bien una dignidad” y que el Catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona, Ramón Valls, complementa con: “En el reino de los fines todo tiene o bien un precio o bien una dignidad. Lo que tiene precio puede ser reemplazado por alguna otra cosa equivalente; por el contrario, lo que se eleva sobre todo precio y no admite ningún equivalente tiene una dignidad”.
En el texto Cándido hace continuas referencias a Unamuno o Kafka, uno como filosofo de profundo pensamiento cristiano, el otro, un filosofo del absurdo y, a ambos les menciona en sus encierros conceptuales dentro del texto. Unamuno en su Vida de Don Quijote y Sancho, relata una escena de profundísima melancolía, cuando Don Quijote a solas, sin consentir le sirvieran doncellas, y a la luz de dos velas de cera se desnudó, y al descalzarse, ¡oh desgracia indigna de tal persona!, se le saltaron, no suspiros, ni otra cosa que desacreditase la limpieza de su policía, sino hasta docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía. Afligióse en extremo el buen señor… Kafka con “el yo se queda en la cama y el cuerpo se va”, como el concepto platónico: “Es necesario que el alma se aísle en sí misma, que envíe a pasear al cuerpo rompiendo en tanto que pueda todo contacto con él” Descartes habla siempre del cuerpo como de un extraño. Por eso Kafka en su alucinación envía su “cuerpo vestido” al campo mientras él se queda en la cama. Cándido subraya como referencia a la frase extraída del “Dialogo nocturno con un hombre abyecto” de Friedrich Dürrenmatt “La humildad y no el orgullo es el supremo atributo de la dignidad”.
Cada hombre es irrepetible y jamás vuelve a nacer y ese hecho único es el tejido mismo de su dignidad. |
En Unamuno y su referencia a Don Quijote, y su miedo al ridículo. Que el autor subraya, como: “Es menos ser pobre que, por causa de la pobreza, sentirse ridículo entre los ricos”. Y concluye esta referencia a Don Quijote en la obra de Unamuno, cuando dice: “sin comedia alguna, sin reunir gente en torno a su lecho, ni hacer espectáculo de la muerte, como se mueren los verdaderos santos y los verdaderos héroes, casi como los animales se mueren: acostándose a morir”. Una vez más, la humildad como atributo de la dignidad.
“La dignidad nace de la autocontemplación, el honor de la contemplación de los demás”, dice el autor, en función de los contextos en que se mueven honor y dignidad, unos ruidosos y otros silenciosos, podemos decir que el honor es un concepto fuerte, mientras que la dignidad es un concepto débil. El honor es agresivo; la dignidad, resignada. Y precisa el autor: “En España el honor ha sido una hipertrofia monstruosa de la dignidad, que de todos modos desaparece en el honor como por escotillón”. Honor equivale a honra, a fama, que es la valoración desmesurada de la propia individualidad. Como decía Fulvio Testi “que los españoles tienen en todas sus acciones un no sé qué de altivo y magnífico”.
Para los españoles el honor era una “cosa” que “un hombre esta obligado a defender ante lo que se llamaba – el termino era, según el autor, altamente significativo – “tribunal de reputación”. El código del honor era durísimo no sólo en España, en cuanto se rozaba la cuestión del sexo. Por descontado, precisa el autor, que en España con la habitual desmesura de los españoles. En el siglo XVII el “lavar las afrentas con sangre” era ya un concepto parcialmente domesticado por la relajación mas que por la humanización de las costumbres. A Calderón no le importaba dramatizar un punto mas allá de la experiencia el honor sexual, siempre del varón, aunque fundado en mujer, tal como señala el inevitable Lope en Porfiar hasta morir:
Entre todas las naciones
tiene el español valor
fundado todo su honor
en ajenas opiniones;
y en estas satisfacciones
que, en fin, de la honra son,
en que estriba la opinión,
aunque fundada en mujer,
creo que debe de ser
la más honrada nación.
En la “Historia social de la Literatura Española”[2], señalan que “se trata de un sentimiento de inseguridad y sospecha, fundamental en el mecanismo socio-mental en que el español de la época vive atrapado; una vida marcada indeleblemente por tales miedos y obsesiones”. El autor precisa que “el trabajo era entonces opuesto al honor”, que en boca de Francesco Guicciardini[3]: “Los españoles … no se dedican al comercio, considerándolo vergonzoso, porque todos tienen en la cabeza ciertos humos de hidalgos…”, y … “la nación, en general, es opuesta al trabajo”. Y en otro lugar: “La pobreza es grande, y en mi juicio no proviene tanto de la calidad del país cuanto, de la índole natural de sus habitantes, opuestos al trabajo”.
Honor, honra, fama, equivalen hoy a imagen. No podemos decir que al hablar de tales conceptos, precisa Cándido, estemos hablando de dignidad si es que seguimos sosteniendo con Kant que lo que tiene dignidad no puede tener precio. Sin embargo, precisa, una de las formas constitucionales de proteger el honor, la intimidad personal o familiar y la propia imagen, es la compensación económica, que es el apodo cariñoso del precio.
En el Capítulo dedicado a “La dignidad como resignación: Séneca, Cervantes, Charlot”, el autor repasa conceptos y criterios de estos grandes de la historia y la literatura. En Medea, la nodriza pregunta a la hechicera que es lo que le queda luego de tanta ruina, de haberlo perdido todo, y Medea responde: “¡Queda Medea!”. Una reafirmación tan contundente del YO frente al destino no la encontramos en ninguno de los autores que trataron el mito, precisa el autor.
En la ultima pagina del Quijote, que hace llorar, Cervantes pone toda la fuerza de su melancolía. El caballero de la Triste Figura había borrado conscientemente toda una época “detestable” para no acabar hundiéndose en ella: “El alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante, en edad tan detestable como lo es ésta en que ahora vivimos”. Le bastaba mirar para creer y creer para crear… ante el desencanto que le proporcionaron el Ama, el Cura, el Barbero, la Sobrina, el bachiller Carrasco. Desde la aterida soledad del desencanto se despide de la vida: “Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda prisa…” No es la ensoñación el refugio de Cervantes, su gran refugio es el humor. El humor, que no es una formula, sino una estructura de la intimidad y que dice mas a la personalidad que al ingenio.
En el Quijote, Cervantes se asienta en la resignación ante la desdicha de su vida y, por dentro es la formulación de una resistencia moral: “Dignidad y silencio que juegan en la vida y en la obra de Cervantes y en las aventuras de Don Quijote como atributos esenciales de su condición”. Dignidad y silencio que le ayudaron, como a Séneca, a ir soslayando la vida.
La referencia a Charlot del autor son varias en el texto. Chaplin llamaba a Charlot “Little fellow” También podía habérselo llamado Don Quijote. Charlot y Don Quijote llevaban un atuendo tan quimérico como ridículo, dice el autor. Y se pregunta: ¿Qué es eso que hace a Don Quijote y a Charlot conmovedores e inmensamente respetables? ¿A que se debe que cuando esos dos payasos de la vida pasan por sus mundos en los que no son comprendidos – la Mancha y Nueva York – se nos ponga un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos?. Es que son dos gigantes de su propia dignidad en medio del fracaso.
En el Capítulo “La imagen como apariencia: De Narciso a Dorian Grey” el autor habla de Oscar Wilde, las Nereidas, ninfas de los mares interiores, pregunta al lago como era Narciso. “¿Cómo era? – responde el lago -. No lo sé, yo únicamente me miraba en sus ojos”. La imagen es el yo empírico, solo la experiencia publica del yo. La imagen es una función orgánica del yo como la baba es una función orgánica del crustáceo. La sociedad debe captar la imagen como si fuera el yo, al ser configurada según la conveniencia del sujeto, ella importa mas que nada. Se trata no de que funcione la verdad, sino de que funcione la opinión. Y precisa, “La verdad no está en el sujeto, sino en el juicio sobre el sujeto, de modo que, adecuando nuestra imagen a la conveniencia propia, distraemos el juicio haciéndole errar sobre la verdad que nos atañe”. Como en muchas partes, la suprema hipocresía británica, razona con utilidad la importancia de la imagen de la persona por encima de la persona misma, sin distinguir que: La imagen de la persona es el personaje, el hombre con máscara. El hombre con intereses sociales querría ser más dueño de su imagen que de sí mismo, algo que está más cerca de la vanidad que del orgullo. Y reafirma: “La imagen es el “valet” del yo. De la imagen no depende completamente el éxito, pero sin imagen no hay éxito”.
En el Capítulo “De la intimidad vulnerada” el autor analiza los aspectos vinculados a la dignidad en la obra de Ortega “La rebelión de las masas” donde el filósofo dice que “lo característico del momento es que alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone donde quiera”. Algunos medios de comunicación y especialmente los de la imagen, han adobado e incitado al “alma vulgar” preparándole campos de vulgaridad en los que solazas los sentidos al margen de la actividad intelectual o el conocimiento[4]. Schopenhauer decía: “Ahora bien, el querer carente de conocimiento es lo mas vulgar que hay; todo pedazo de leña tiene ese querer y lo muestra al menos cuando cae”.
Para San Agustín, “persona” no es una exterioridad, sino precisamente una intimidad. En términos kantianos, precisa el autor: “La intimidad es la cámara secreta de la persona, “el mas profundo centro del alma”, dicho con palabras de San Juan de la Cruz, “la interior bodega”, la última “morada” teresiana, o bien siguiendo a Ortega, la “soledad como sustancia”. El “yo sé quien soy” y el “sé (lo) que puedo ser”, de Don Quijote, aluden a lo que en él es insobornable, a su intimidad. “Ego sum mea voluntate”, dice Santo Tomas en la Summa Theologica. Por la voluntad, la intimidad se hace irreductible, se encuentra y define a si misma como sustancia y no como accidente. Una de las característica de la intimidad es el pudor, que, en principio, en su raíz, no es siquiera una virtud, sino un reflejo condicionado de la intimidad. El pudor, como un movimiento espontáneo de la naturaleza moral de la persona, era en aquellas mujeres mas fuerte que el pánico[5].
En el Capitulo “Aborto y Eutanasia” el autor analiza como “las actitudes ante la vida y la muerte dependen de las ideas y creencias que profesemos e implican un sentido de la dignidad extremadamente delicado, entre otras razones porque en el caso del aborto siempre, y en el de la eutanasia de libre consideración casi siempre, el sujeto es un objeto”. Luego, precisa, es una situación en que las posibilidades de manipulación son enormes y esto envenena la discusión.
De un articulo del autor en ABC, tomo: “Cuando la irreversible destrucción física quita la voluntad de vivir, que es un hecho finito, el argumento metafísico para que el moribundo siga viviendo olvida que se muere con los sentidos, no con el entendimiento”. Holanda fue el primer país de Europa y del Mundo en legalizar la eutanasia. ¿Eutanasia como legalización del homicidio o como auténtico derecho de autonomía personal?, He ahí el dilema. Cicerón dijo “Cum dignitate moriamur” ¿Dónde se sitúa la dignidad de la muerte? La frase alude a una ética y a una estética: morir con dignidad, serenidad, nobleza. O como recuerda el autor, como decía María Zambrano “estar maduro para la muerte, aquietado, dispuesto a marchar sin desgarramiento”. El hecho es que la eutanasia, que no es “causar la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos”, sino aligerar crueldad a la causa irreversible de la muerte.
La dignidad no puede aislarse de las formulaciones filosóficas, teológicas, científicas, literarias, sociales, históricas, sino concluyendo que la dignidad es el nombre que damos a la responsabilidad moral de las personas respecto de si mismas y respecto de las demás, comprendiendo que la persona es un fin y no un medio.
El autor hace referencia al ensayo “La lucha por la dignidad – Teoría de la felicidad política” de José Antonio Marina y María de la Válgoma, en el que se plantea que son tres las “axiomáticas de la dignidad”: 1) todo ser humano tiene dignidad, es decir, derechos; 2) ningún ser humano tiene dignidad, es decir, no tiene derechos, y 3) algunos seres humanos tienen dignidad y otros no. Entonces cabe la pregunta si los náufragos inmigrantes africanos en el estrecho han sido preparados en sus respectivos países antes de lanzarse desesperadamente a las aguas intermedias del mar luminoso y tenebroso, se pregunta el autor. Hombres, mujeres y niños que huyen del sur jugándose la vida, sabiendo que se la juegan y perdiéndola con frecuencia. La dignidad es imposible sin justicia.
En el último Capitulo “Protestas contra la indignidad”, el autor repasa algunos conceptos éticos, religiosos y humanos de gran significado y trascendencia. Fija en la entradilla la frase en latín de Albert Camus en Calígula “Les hommes meurent et ils ne son pas hereux” El autor considera que el existencialismo[6], el personalismo de Mounier[7] y la teología de la liberación[8], sean tres de los núcleos de nuevas ideas que mas lejos han llegado en el combate por el hombre en el siglo XX. El existencialismo directo y “sintiente” de Camus, la teología de la liberación y la doctrina de personalismos de Mounier, actitudes a las que tan sumariamente he aludido, dice el autor, parten como señalé, de un humanismo evidentemente evangélico. Y el sistema de los intereses organizados, tal como se desarrolla hoy y siendo esos intereses el poder del mundo; y no estando ese poder seriamente dispuesto a evitar hambrunas, las guerras inducidas, la apropiación de recursos, los fenómenos de neocolonialismo, la explotación rayana en la esclavitud, la indefensión de millones de seres humanos que viven aplastados por la miseria y las enfermedades, envueltos en la invisibilidad política y social, ¿no queda, tal sistema, automáticamente descolocado ante las palabras de Cristo? ¿Soy acaso un ingenuo o un demagogo al decir esto? “No es verdad que el hombre no pueda organizar la tierra sin Dios. Lo que si es cierto es que, sin Dios, acabarán fatalmente organizándola contra el hombre”.[9]
El mundo de los intereses organizados, tal como lo podemos recoger hoy en una mirada global, queda metafóricamente descrito en una pagina inolvidable de la Biblia, además literariamente perfecta, puntualiza el autor, y es: Lectura del libro de Isaías; 5, 1-7 –
La canción de mi amigo a su viña
Voy a cantar a mi amado
la canción de mi amigo a su viña:
Mi amado tenía una viña
en una loma fértil.
2La cercó con una zanja y la limpió de piedras,
la plantó de cepas selectas,
construyó en medio una torre,
y excavó un lagar.
Esperó a que diera uvas,
pero dio agraces.
3Ahora, habitantes de Jerusalén
y hombres de Judá:
juzgad entre mi viña y Yo.
4¿Qué más pude hacer por mi viña,
que no lo hiciera?
¿Por qué esperaba que diera uvas,
y dio agraces?
5Pues ahora os daré a conocer
lo que voy a hacer con mi viña:
arrancaré su seto
para que sirva de leña,
derribaré su cerca
para que la pisoteen,
6la haré un erial,
no la podarán ni la labrarán,
crecerán cardos y zarzas,
y mandaré a las nubes que no descarguen lluvia en ella.
7Pues bien, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel,
y los hombres de Judá, la cepa de sus delicias.
Esperaba juicio y encontró perjuicios,
justicia y encontró congoja.
Jorge A. Capote Abreu
Santander, 21 de febrero de 2023
[1] Extraído de la biografía en es.m.wikipedia.org de Carlos Luis Álvarez Álvarez, más conocido por su seudónimo Cándido,
[2] Historia social de la literatura española (2 volúmenes) de Carlos Blanco Aguinaga (Escritor), Julio Rodríguez Puértolas (Escritor), Iris M. Zavala (Escritor)
[3] Francesco Guicciardini (Florencia, 6 de marzo de 1483 – Arcetri, 22 de mayo de 1540) fue un filósofo, historiador y político italiano. Fue embajador de la Señoría de Florencia ante Fernando el católico.
[4] Una triste realidad de ayer, hiperbolizada hoy hasta el frenesí, con las redes sociales y los crecientes programas de participación, que enajenan las mentes y enturbian la racionalidad, hoy. Como dice Cándido: “la intimidad ofrecida y aceptada como espectáculo público, llega a la vileza”
[5] Se refiere a “las doncellas cristianas cuando eran lanzadas al aire por las fieras del circo romano, no tenían mayor preocupación que la de ordenar sus vestidos para ocultar sus cuerpos al caer”.
[6] El existencialismo es una corriente filosófica y, posteriormente, una vanguardia literaria orientada alrededor de la propia existencia humana a través del análisis de la condición humana, la libertad, la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida. Sostiene que la existencia precede a la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento y la voluntad a la inteligencia
[7] El personalismo es una corriente filosófica que pone el énfasis en la persona. Considera al hombre como un ser relacional, esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con un valor en sí mismo que le impide convertirse en un objeto como tal. Un ser moral, capaz de amar, de actuar en función de una actualización de sus potencias y finalmente de definirse a sí mismo considerando siempre la naturaleza que lo determina.
[8] La teología de la liberación es una corriente teológica cristiana integrada por varias vertientes católicas y protestantes, nacida en América Latina en la década de 1960 tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la Conferencia Episcopal de Medellín (1968), que se caracteriza por considerar que el Evangelio exige la opción preferencial por los pobres y por recurrir a las ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse dicha opción.
[9] H. de Lubac, El drama del humanismo ateo, Madrid, 1949.