
Las operaciones se organizaron de inmediato bajo la supervisión de cuatro familias de la mafia dirigidas por el corso Amleto Battisti y Lora, Amadeo Barletta Barletta, Santo Trafficante (padre) y el mismísimo Meyer Lansky.
La Era de la Cocaína
En el prólogo al libro La nueva Era, texto donde Battisti teoriza acerca de la estrategia económica de su época, el periodista Fernando de la Milla asegura que don Amleto es un hombre: Alto, delgado, esbelto, de una elegancia elaborada a fuerza de sobriedad, con sólo una desnuda sortija en sus dedos, jamás un alfiler en la corbata, ni siquiera un reloj en la muñeca, Amleto Battisti, pausado en su parla, afiladamente atento siempre a su interlocutor, con su brillante calva en cuarto creciente, parece un joven ministro francés de Negocios Extranjeros o un atildado profesor conferencista a lo Bergson dilecto de auditorios femeninos. La imagen sugerente de su figura podría multiplicarse hacia atmósferas de cortesía, diplomacia, salones selectos, cenáculos artísticos, refinamiento, en fin. Pero donde la imaginación comparativa fracasa es en el intento de asociar de algún modo la figura del hombre a su actividad específica.
Resumiendo, que Amleto Battisti, parece físicamente todo, menos lo que es: un hombre de negocios. Ni por la silueta, de dibujo galo, ni por la atención con que escucha, ni por la imperturbable serenidad, ni por el gesto mínimo, ni por la voz en permanente sordina, puede sugerir a nadie que su mente es mente de números, de posibilidades y riegos, de pérdidas y ganancias.
En los años treinta, Battisti aparecía en ocasiones acompañando al presidente de la República, conocido y aceptado como un prestigioso hombre de negocios, en la industria y las finanzas. Luego, a pesar de ser un extranjero cuando ya eran notorias sus actividades mafiosas alcanzó incluso la inmunidad parlamentaria por el Partido Liberal.
La mafia encontró en La Habana su más seguro eslabón de enlace; si la droga llegaba a la capital cubana, virtualmente se encontraba en los Estados Unidos, a través de un intenso tráfico aéreo y marítimo. Para estos fines no sólo se usaban los aeropuertos militares, sino pistas aéreas particulares, pertenecientes a los jerarcas de las cúpulas político-militares-batistianas-auténticas, en las cada vez más numerosas fincas que estaban siendo adquiridas en las provincias occidentales.
Pero sobre todo, es necesario precisar que la mafia norteamericana fue la que desató sobre Cuba la era de la cocaína, treinta años antes de que esa droga se popularizara en los Estados Unidos. La droga que por entonces se consumía en mayor cuantía en Norteamérica era la heroína, y la entrada de la cocaína suramericana a los mercados estadounidenses hubiera significado un abierto desafío de las familias mafiosas de La Habana a los intereses que respondían en los Estados Unidos a Lucky Luciano.
Los Políticos y el Crimen Organizado
Detrás de este proyecto, concebido para enfrentar, dividir y aniquilar la influencia revolucionaria, se encontraba la mafia y el aparato de inteligencia de los Estados Unidos. Los temores imperiales seguían siendo los mismos: temían que en algún momento se fuera a producir una insurrección que arrastrara a los sectores oprimidos mayoritarios en la sociedad cubana.
Los servicios especiales y la mafia coincidían en que el paso de las huestes del grausismo por el poder aparente era más bien temporal. En realidad, en su ascenso, fueron demasiados los compromisos para que el Autenticismo – Grau – pudiera explicar esas alianzas y rejuegos con machadistas y batistianos, como en los casos de Aquilino Lombard y Guillermo Alonso Pujol. Pero de todos los arreglos políticos a los que se vio forzado Grau, ninguno sería tan incomprensible para la opinión pública, como la componenda que realizó con un hombre que ocuparía la vicepresidencia. Traído de afuera – no era Auténtico -, se le conocía como un furibundo Conservador. Había publicado en 1922 un libro en el que negaba la existencia del imperialismo norteamericano, en el cual además justificaba la política de intervención de Estados Unidos en Cuba. Era partidario de la Enmienda Platt, y sus ideas no se correspondían con el programa político que sustentaba la cúpula auténtica, en los momentos en que fue llamado a conformar el Gobierno.
En consecuencia, en 1944, Grau organizó un gabinete bajo los mejores auspicios. Designó como Primer Ministro al doctor Felix Lancís y Sánchez, quien estaba dado a las prebendas y dominado por una absoluta desidia.1 Otro de sus ministros fue el doctor Segundo Curtis – hijo de italianos radicados en La Habana – quien en un gesto de extrema admiración, declaró que Grau San Martín era el presidente más excelso de la historia de Cuba. Al doctor Curtis le correspondió el Ministerio de Gobernación. La cartera de Agricultura recayó en un camagüeyano dueño de droguerías, de haciendas y otros variados negocios: el doctor Álvarez Fuentes, anfitrión en el aeropuerto internacional de Camagüey de los vuelos que realizaban las Aerovías Q. La droguería suya se encontraba en el centro de la capital agramontina, y sus éxitos ya trascendían las fronteras del Caribe.
Escándalos, Robos y Fraudes
La organización de este gangsterismo le permitió al doctor Carlos Prío Socarrás, primero desde el Ministerio del Trabajo y después como Primer Ministro, deslizarse hacia la presidencia de la República, para un segundo período Auténtico, con un vicepresidente que respondía por entero a la cúpula político-militar del general Batista. En un informe entregado al Tribunal de Cuentas, publicado en la prensa de la época, el joven abogado Fidel Castro acusó al presidente Prío por sus estrechos vínculos con el gangsterismo:
[…] Prío no es ajeno al trato con las pandillas. Lo escoltaron celosamente a través de toda su campaña política. Subió al poder saturado de compromisos.[…] Así, por ejemplo, aparte de otros más pequeños, al grupo de Guillermo Comellas le dieron 60 puestos; al Tribunal Ejemplar Revolucionario ll0 puestos; a la Unión Insurreccional Revolucionaria, l20; a Acción Guiteras, l50 puestos; al grupo del Colorado, 400 puestos; al grupo de Masferrer, 500 puestos; y al grupo de Policarpo, que era el más temible, 600 puestos, que hacen un total, según datos que obran en mi poder, de 2l20 puestos que se cobran sin prestar servicios en los Ministerio de Salubridad, Trabajo.
El número de puestos por personas en algunos casos es alarmante: por ejemplo Manuel Villa tiene treinta puestos; Guillermo El Flaco 28 puestos, Pepe «El Primo» 26 puestos, el «Boxer» (ignoro su nombre) 26 puestos, distribuidos por nóminas o por caché en jornaleros bajo distintos nombres.
[…] Las pistolas con que se mata, las paga Prío.Las máquinas en que se mata, las paga Prío.
Los hombres que matan, los sostiene Prío.
[…] para concluir estas líneas en las que he puesto la mayor suma de honradez y sinceridad, sólo me resta repetir aquellas palabras de Martí cuando exhortaba a los cubanos a la lucha: «Para ti, Patria, la sangre de las heridas de este mundo, y la sonrisa de los mártires al caer. !Para ti, Patria, el entusiasmo sensato de tus hijos, el dolor grato de servirte, y la resolución de ir hasta el fin del camino!
Al Servicio de la Mafia
”[…] Una segunda agrupación – desprendimiento también del Autenticismo – encabezada por el doctor Grau San Martín, que desde la oposición aspiraba otra vez a alcanzar posiciones de poder, utilizando aquella falsa imagen de la jornada de 1944 […]”
Grau había sido alentado a formar este nuevo partido, que debilitaba aún más al bloque Auténtico. En julio de 1951, el senador Santiaguito Rey Pernas se había situado como hombre de confianza de Grau, para estimular contradicciones y ambiciones entre grausistas y priítas.El Lavado de Dinero
En adelante, el Banco Atlántico S. A. montaría sus oficinas en el noveno piso del edificio marcado con el No. l6 de la avenida Menocal, antes Infanta, y después se radicaría en la planta baja de las calles 23 esquina a P, en plena Rampa del Vedado, en el edificio que ocupaba la General Motors, de la cual era también gerente general don Barletta.
El Banco Atlántico abrió sus operaciones con los siguientes ejecutivos: presidente (don Amadeo Barletta Barletta), vicepresidente (Amadeo H. Barletta Jr. [Barlettica]), secretario (doctor Luis J. Botifoll), y el gerente general (doctor Leonardo Masoni). Desde sus inicios, las operaciones del Atlántico fueron requeridas por los funcionarios del Banco Nacional de Cuba; pero las manipulaciones en aquel Estado delincuencial estaban arregladas de tal modo que, en realidad, el Banco Atlántico nunca tuvo problema alguno, ni durante el mandato del doctor Carlos Prío Socarrás, ni después, cuando se instaló en el poder la tiranía batistiana.
La Gran Tragedia
La gran tragedia que enfrentaban los cubanos estaba dada por la misma dominación que ejercía Estados Unidos sobre la economía de Cuba. No podía insertarse en el mercado internacional por las condiciones de monoproductor y monoexportador; poseía níquel, que se explotaba de manera ocasional; poseía cierta producción de tabaco; un poco de café; pero para enfrentar las necesidades básicas dependía por entero de su producción azucarera, teniendo en cuenta que hasta el cincuenta por ciento o algo más de los alimentos que consumían los cubanos eran importados de Estados Unidos. Se importaban incluso helados, caramelos y hasta flores.
La vieja estructura económica monoproductora – la azucarera del mundo-, herencia del colonialismo, se reforzó extraordinariamente con los grupos financieros norteamericanos, desde el mismo proceso inicial del – Protectorado -; continuaríamos siendo monoproductores y monoexportadores más allá de las crisis de 1920 y 1929; y con mucho más dependencia a partir del proceso de conformación de un Estado de corte delictivo.
Es necesario subrayar que este proceso monoproductor-monoexportador constituía para los inicios de la década del cincuenta una verdadera camisa de fuerza, que estrangulaba los más vitales intereses de Cuba.
Las Empresas de Fachada
A semejanza del propio esquema de dominio imperialista, estas familias mantenían en la práctica múltiples entrelazamientos para la organización, explotación y control de los negocios en Cuba.
Los Nuevos Inversionistas
Según lo propuesto al Banco Nacional de Cuba, este banco tendría un carácter nacional, y su oficina central radicaría en San Ignacio l04-l08, en La Habana. Las personas interesadas en la apertura del banco eran: El señor Julio Lobo Olavarría, accionista y director de las empresas dueñas de los ingenios Tinguaro, Escambray, Niquero, Cape Cruz, Caracas y otros; así como la entidad comercializadora de carácter internacional Galbán Traiding Company S. A., y un número de empresas afines. El señor Germán S. López Sánchez, accionista y/o director de las compañías dueñas de los centrales Santa María, El Pilar, Caracas, Najasa y Siboney; miembro del Banco Cacicedo, de Cienfuegos, y de empresas comerciales y portuarias en aquella ciudad. El señor Gregorio Escogedo Salmón, accionista y/o director de los centrales Fidencia, Perseverancia, El Pilar, Caracas, Najasa y Siboney; y otras empresas ganaderas y arroceras.
Estalla la Guerra
En La Habana también se radicaron los hermanos Josef (Joe) y Charlie Sileci, y un destacamento numeroso de gángsters italo-norteamericanos, así como estelares figuras del mundo cinematográfico – Hollywood – vinculadas a estas familias: Tony Martín, Donald O’Connor, Frank Sinatra y George Raft; también un selecto grupo de hombres de negocios, norteamericanos, en operaciones de entrelazamiento, poseedores de muchas relaciones y grandes influencias políticas que incluían a la propia Casa Blanca. De igual manera, se instaló en la capital cubana Nick di Constance – en realidad Nicholas di Constanzo -; hombre extraordinariamente temido, conocido como Fat Butcher (El Carnicero), quien muy pronto asumió el control de todos los casinos de La Habana.
Es interesante observar cómo en las fichas enviadas al Gabinete Nacional de Identificación, para el otorgamiento del carnet de extranjería, Fat Butcher aparece con el número 396315; y Joe Sileci con el 396316. Esto revela que ambas gestiones se realizaron de conjunto, con el fin de legalizar sus permanencias en la capital cubana. Personas que lo conocieron, aseguran que Nicholas di Constanzo medía casi dos metros de alto; y en algunas circunstancias, lo vieron en el Hotel Capri o en el Riviera, suspender a un hombre por la solapa del saco, con una sola mano, para estrellarlo contra la pared.
Era Demasiado Tarde
Tal afirmación no resiste la más leve confrontación con los acontecimientos históricos. Después de marzo de 1958, y hasta los días finales de la guerra, por diversos conductos, Batista siguió recibiendo armas, pertrechos, recursos materiales; y apoyo de políticos y agencias especiales estadounidenses; continuaron los entrenamientos de sus tropas, asesoradas por la misión militar de Estados Unidos que radicaba en La Habana; y sobre todo, se hicieron más intensas y audaces las operaciones de sus servicios de Inteligencia.
Incluso, en los días en que la aviación de Batista bombardeaba de manera sistemática a vastas zonas campesinas de la antigua provincia de Oriente, la fuerza aérea del dictador se abastecía en los propios arsenales que poseía Estados Unidos en la Base Naval de Guantánamo.
En septiembre de 1958 se produjo el último viaje a La Habana del inspector general de la CIA (Lyman Kirkpatrick), quien sostuvo reuniones con el jefe de la estación CIA en La Habana, asesores y agregados militares, representantes del Buró Federal de Investigaciones (FBI), funcionarios, agentes secretos, financieros, ejecutivos de empresas norteamericanas, la dirección política de la Embajada estadounidense, otros agentes y personalidades privadas y oficiales. Se llegó a la conclusión – según afirmó diez años más tarde Kikpatrick en el libro The Real CIA -, que Batista había perdido el control del país, y que toda esperanza sólo pendía de un milagro.