
Con «Dublinés» el asturiano Alonso Zapico se impuso el inmenso reto de recrear la vida del escritor James Joyce, un titánico empeño que le llevó a recorrer las ciudades esenciales en la biografía del irlandés. Dublín, Trieste, París, Zurich serán destinos que Zapico frecuentará para revivir en persona la intensa aventura de este singular escritor, un recorrido que el autor reflejará en «La ruta Joyce», mucho más que un libro de viajes o un «como se hizo» de la obra.
El Premio Nacional de Cómic de este año es una pequeña recompensa a este gran trabajo.
Alfonso Zapico ya había sorprendido con Café Budapest y El Profesor Bertenev, dos obras que podían ser la cumbre de mucho autores, poco más que un comienzo para Zapico. Comprometido con su tiempo, lector insaciable, Zapico es un autor que no hace tebeos solo para los lectores habituales de viñetas, cuenta historias que interesan y utiliza como un hábil maestro las posibilidades que le da el medio.
Invitado en el reciente Salón del Cómic de Getxo, con Alfonso Zapico hablamos de literatura, historia, viajes, premios y amigos.
– Pregunta: ¿Que es «Dublinés»?
– Respuesta: «Dublinés» es un cómic que es un viaje, que son muchos viajes; es la biografía de un escritor irlandés, James Joyce, que tuvo una vida muy particular, pero en este libro encontraremos un mensaje muy universal. En realidad, este libro son muchas vidas en casi 300 páginas.
– P.: «Dublinés» cuenta la vida de James Joyce, autor de uno de los grandes clásicos de la literatura: «Ulises». Curiosamente has declarado en alguna ocasión que no es uno de tus autores favoritos ¿Cómo nace el proyecto?, ¿Qué te lleva a querer contar su historia?
– R.: Aquí lo importante es la esencia, el mensaje; «Ulises» no es mi libro favorito, pero hay un mensaje en todos sus libros (a mí me gusta especialmente «Dublineses») que destila un profundo amor por la Humanidad, por la vida en estado puro, angulosa y contradictoria, la vida común, sin heroísmos ni artificios. Todo con mucho optimismo y mucho sentido del humor, por cierto.
– P.: En «Dublinés» no te ciñes a contar las circunstancias de Joyce, sino que buceas en sus raíces e incluso trazas con maestría un completo tapiz de su época, sumergiéndote en las causas y consecuencias de los conflictos de su entorno ¿Ha supuesto un gran trabajo organizar toda la información y darle coherencia?.
– R.: Hay más esfuerzo invertido en construir el esqueleto del libro que en dibujarlo, porque, aunque a priori parece que una biografía viene ya hecha y no hay que imaginar el guión, manejaba tal cantidad de datos, fechas, personajes y anécdotas que tuve que sintetizar mucho la historia. Ahí está la dificultad, en dibujar sólo lo importante sin perder la esencia del protagonista.
– P.: James Joyce es un referente indiscutible en el mundo de la literatura. Realizas un retrato muy humano del autor con sus luces y sombras. Imagino que muchos lectores ya tendrán en muchas ocasiones formada del personaje.¿Impone mucho la tarea?
– R.: Bueno, la imagen que tendrán de Joyce seguramente será real: el escritor genial, el tipo juerguista, el artista aficionado al alcohol, el autor ególatra… Todos estos aspectos son ciertos, pero yo los conjugo todos, los ordeno en cajoncitos, los divido en capítulos y los contextualizo. Así el lector percibe a Joyce como un personaje coherente, fascinante y muy real.
– P.: Completar «Dublinés» te lleva 3 años de trabajo, reunirte con expertos en el autor y revisitar lugares fundamentales en su biografía. Con el libro «La ruta Joyce» haces un magnífico epílogo centrado en contar tus experiencias durante el proceso de realización de la obra. Después de tanto tiempo y tal grado de implicación ¿costó mucho decir adios a Joyce?
– R.: Tengo la sensación de no haberme despegado de él, porque no es como unos zapatos a los que puedes arrinconar en alguna parte de la casa. Su esencia está presente, y también me marca como autor: esa reivindicación de los pequeños personajes que se enfrentan a la adversidad con esperanza, ese sentido del humor al que agarrarse en los peores momentos… Marca de fábrica de Joyce, que merece la pena conservar.
– P.: Con «Dublinés» ganaste la beca AlhóndigaKomik que te permitió desarrollar el proyecto en Angouleme.
– R.: No gané la beca, yo fui finalista y trabajé en la Maison des Auteurs con el ganador, Martín Romero. Pero es obvio que la oportunidad que brindaba hasta ahora AlhóndigaKomik a los jóvenes creadores españoles era algo único, que ha dejado huella en todos los autores que han pasado por la Cité de la Bande Dessinée de Angoulême, que aportaba algo a los dibujantes y a las obras que iba mucho más allá de la beca económica o una mesa grande con ordenador. Era un proyecto muy valiente.
– P.: Recientemente se ha anunciado la cancelación de la beca ¿cómo valoras esta decisión?
– R.: Sobre todo, con perplejidad. Podría entender que se abandonara esta beca por dos razones: por un alto coste económico inasumible para la Alhóndiga, o por un evidente fracaso en las expectativas de la beca, dirigida a jóvenes creadores. Ninguna de las razones se dan, por lo que sólo cabe entender su supresión como una decisión puramente personal de la nueva dirección. Pero a veces hay que recordar que la Alhóndiga, como muchas otras instituciones, es un ente público, gestionado con dinero público, y que los criterios de los políticos y gestores públicos que nos representan no pueden estar guiados por caprichos o prejuicios.
– P.: Decides quedarte a vivir en Angoulême ¿Encuentras muchas diferencias en la consideración del cómic?
– R.: Hay diferencias de consideración porque hay diferencias culturales en cuanto al cómic, que ya tiene un carácter más tradicional e institucional en Francia. Es parte del patrimonio cultural de este país. Pero en España los tiempos están cambiando, y la percepción de los lectores e instituciones respecto al cómic como medio, también. Crece el número de autores y editoriales, hay nuevas obras, aumentan las ventas y la presencia en esta sociedad moderna. Lo de AlhóndigaKomik es sólo una triste excepción.
-P.: En Angoulême coincides con Álvaro Ortiz, autor de «Cenizas» con el que mantienes un divertido pique que trasladáis a los medios.
– R.: Bueno, no es un pique, es nuestra relación natural de amistad. En la Maison des Auteurs era igual, pero como ahora estamos lejos, nos encontramos en las redes sociales.
En el fondo los dos disfrutamos mucho con esto, y fomenta nuestra creatividad y nuestra mala leche, que nunca viene mal en los tiempos que corren…
–P.: El recorrido de «Dublinés» continúa de un modo inmejorable. Este año el libro recibe el Premio Nacional ¿Qué te ha supuesto el Premio?
– R.: Una sorpresa enorme, que me ha desbordado. Un empujón para las próximas obras que tengo por dibujar, una mayor proyección para «Dublinés», que es un libro que parecía muy raro porque quizá arrastraba el peso de la críptica obra de Joyce, y sobre todo, algo bueno que celebrar con mi gente de Asturias, que ha sufrido un año muy negro.
– P.: Realizas una tira sobre los trámites burocráticos para hacer efectivo el Premio. Pero ¿qué te ha hecho Javier Marías?
– R.: La verdad es que no tengo nada contra Javier Marías. Todo esto de la historieta con el escritor en batín y el mayordomo no tenía más pretensión que la de hacer reír. ¡Seguro que más de uno se ha imaginado así al bueno de Marías! Ahí está la gracia.
– P.: En todos tus trabajos vemos una pasión por recrear momentos históricos ¿en algún momento veremos una obra ambientada en el presente?
– R.: Bueno, seguramente. Pero ahora estoy explorando más el tema histórico porque me apasiona recrear otros tiempos, otros lugares, otras épocas. Es un poco como el cine, donde el mensaje es universal y atemporal, lo importante es lo que estamos contando. Pero sí, algún día haré algo más contemporáneo.
-P.: ¿Proyectos?
– R.: Empecé otro novelón histórico, una historia ambientada en la época anterior a la guerra civil en Asturias. Estoy dibujando minas, obreros, mujeres lavando carbón y señores con bigote. Es un verdadero caos, un montón de preguntas para intentar entender un poco qué pasó en aquellos años de huelgas y revueltas, y quizá saber hacia dónde está cambiando Asturias en estos años tan complicados.
– P.: ¿Cómo te ves dentro de 10 años?
– R.: Esta pregunta es la más difícil de responder; supongo que si dentro de diez años fuera capaz de recordar cómo era cuando respondía a esta entrevista, y reconociera que sigo siendo honesto, coherente y libre como autor, me daría por muy contento. Será difícil, con los tiempos que corren.