
Seamos sinceros en los tiempos que corren, el concepto de la purga casa muy bien y es inevitable sentir una atracción a esta idea disparatada, pero que podría funcionar de igual manera en la vida real que en la película, con sus mismas repercusiones: reduciendo las tasas de paro, incrementando la economía, con índices de violencia más bajos y marcando una distinción más acentuada entre las clases sociales.
No creo que sea el único que ve capaz al ser humano de disfrutar de una noche como la purga, caer en nuestros más bajos instintos, dejarnos llevar y buscar para dar matarile al profesor que nos puteo, al jefe que nos dejó en el paro o al vecino que sube el volumen de su televisor en horas indecentes, parece descabellado pensar esto, pero el hombre en si mismo lo es. Con esto quiero dejar clara mi postura de que no es simplemente una película, tiene un trasfondo social y político muy interesante, que no han sabido explotar a fondo.
Tras una primera entrega floja y una segunda parte orientada a la acción, el cierre de la trilogía tendría que haber sido un soplo de aire fresco y explorar otras facetas pero se estanca y repite la fórmula que funcionó con Anarchy la noche de las bestias.
En principio presentan un conflicto que trasciende más allá de salvar tu propia vida, aquí se juegan las vidas de una nación entera, la senadora Charlie Roan aspira a la presidencia con una política revolucionaria, decretar la anulación de la purga anual, medida que consigue el apoyo del pueblo que la acercaría a la mayoría absoluta, pero por otra parte despierta la atención de los partidarios y fundadores de la purga, que ven en peligro como su sistema puede ser derrocado. Las elecciones ocurren 2 meses después del evento principal de la película y la vida de la senadora puede correr peligro, es aquí donde entra el protagonista de la segunda parte, que abandona su historia de venganza para ejercer como jefe de seguridad, una ardua tarea.
Por otra parte, tenemos la vida de varios trabajadores, la clase damnificada por la purga junto a los sin techo, que tendrán que defender sus más preciados bienes de saqueadores y dementes.
Yo quería ver una película de acción, justo como esta bazofia supuestamente se vende, y no infumables peroratas sobre política y moral.
Yo no quería esa mierda.
Y es que este es el único objetivo del director, que escribe y dirige este asqueroso panfleto humanitario destinado a un público simple e influenciable, un cuento de hadas populista y panfletario que hace sonrojarse al espectador medio de lo estúpido e infantil que es el planteamiento de su patético discurso.
Dejando de lado el hecho de que una película así no requiere narración, sutileza en esta es inexistente. El motor de película es señalar que los que son buenos lo son muy buenos y los malos son idiotas, locos, sádicos y muy malos, con el talante de un monitor de una clase de infantil que explica el abecedario.
Y la hora y cuarenta y siete minutos que dura esta porquería la emplea es en constatarlo una y otra vez, con argumentaciones sin ningún tipo de consistencia, estos son muy buenos los pobres y los malos son psicópatas y nos quieren matar y nosotros, los pobrecitos nos defendemos.
Diálogos vomitivos, de compadreo, de buen rollo. La supuesta seriedad y trascendencia de la película busca el soporte en diálogos asquerosamente simples y previsibles, pero esos momentos molan porque están hablando ‘los buenos’ de la película y por tanto son momentos que deben resultar impresionantes para la audiencia.
Como DeMonaco demuestra ser un penoso guionista del cine de acción, con tal de rellenar metraje sume a las raquíticas marionetas de sus personajes moverse en absurdos vaivenes que a un espectador que le aplique un mínimo de lógica les parecerían propias de tontacos.
Decisiones ilógicas a todas luces, chorradas absurdas, pero en esos momentos son en los cuando te tienes que dar cuenta de la grandeza y en el honor de esos personajes y empatizar con ellos.
No hay peleas ni persecuciones ni muertes explícitas, nada de lo que insinúa el argumento. Solo meten a cuatro frikis en las cuatro mismas calles que repiten las mismas chorradas.
La purga, la purga, ¿qué purga si luego no hay nada? Para una película que parte desde una premisa de la legalización de una matanza urbana indiscriminada lo que se le ocurre a este payaso para continuarla es plantear reivindicaciones políticas con la necedad propias de un crío de doce años.
¿Escenas de acción?
No hablemos, para James DeMonaco eso no tiene cabida en una película sobre asesinatos. De hecho mirad como aparta la cámara en los pocos momentos de ejecuciones y muertes, eso no es lo importante, sí lo es en cambio la posterior media hora de insoportables diálogos de verborrea vomitiva.
Es lo comercial. Hacer una película estupidamente progre porque la violencia y la acción no son comerciales. Es la moda. Insinuar, prometer y aparentar para luego no ser y hacer nada.
Un engaño, un fraude, propia de fantoches que hablan y no hacen nada. Es lo que hace aquí nuestro amigo, que tiene calada a la audiencia masiva, pone como cebo una premisa rompedora que parezca superdura y violenta para luego lavarles el cerebro con su asquerosa charla populista.
Es tan penoso todo… la actitud de los personajes, el transcurso de la película. No hay nada de escenas de como se matan los que participan en la purga, nada de acción, nada de tiroteos masivos, ni intercambios, uno y dos tiros malenfocados y fuera.
Y la poca que hay, la cámara tiembla, se ralentiza la escena y la imagen se hace borrosa, no vaya a ser que los niños y los anunciantes se escandalicen. No hay nada de tensión ni intensidad en ningún momento de la filmación.
Pero, ojo, que esos momentos de cámara muerta es lo que hace a esta película tan guai, tienes que mirar al bueno y maravillarte con él, desear que gane, porque solo los buenos pueden ganar y si un ‘bueno’ muere, es como ooooh, vaya tragedia. Odio ese puto sentimentalismo de multisala, propia de público gilipollas y esa película que se vende como lo contrario de eso, es lo único que tiene.
Yo quería ver sangre, muerte, locura, dolor, gore y destrucción. No ese guión asquerosamente planeado punto por punto, repleto de monotonía y desidia.
Es una película de acción, me importan una mierda esos personajes más planos que el cerebro de Montoro, no me importa lo que les pase ni lo que se cuenten ni lo amiguitos que se hacen todos, no lo quiero ver, no me interesa, ME DA IGUAL.
Quiero ver masacre. Ojalá esta película la hubiera dirigido Stallone, el gran Sly, ese sí que sabe. No ese ridículo progre trasnochado que no sabe hacer una buena película de acción y lo empapa todo de sus discursos panfletarios y maniqueos. Manual de política progre para niños de primaria.
Patxi Álavarez