El libro de la suerte. Entrevista a Ana González Lartitegui #comic #ilustración

Ana González Lartitegui es todo un referente en el mundo de la ilustración. Una tenaz defensora del estudio del medio a través de la revista Fuera de Margén, su labor en Pantalia y los Cuadernos Hexágono. Ana es, además, una autora comprometida que traslada a su trabajo sus reflexiones generando libros comprometidos que amplían los límites de la ilustración. Uno de los proyectos más mimados de Ana es el Libro de la Suerte, libro que realiza mano a mano junto a Sergio Lairla, un divertido libro que nos devuelve la sensación de juego que debieran tenr todos los libros. Una maravilla que crece con cada relectura y que recientemente ha ganado el Premio Euskadi de Ilustración. Conocemos mejor la obra hablando con su autora.

Pregunta: ¿Qué es El libro de la suerte?

Respuesta: Es un libro-álbum donde se cruzan dos historias, dos viajes bien distintos dentro de un mismo trayecto.

P.: ¿Cómo nace la obra?

Pues brotó de la cabeza de su autor, Sergio Lairla, y del deseo de ambos de plantear para la infancia nuevos mundos de ficción, más vinculados con una mirada atenta al sentido de las cosas. Él me propuso abordar en un álbum las peripecias de dos personajes que emprenden viajes simultáneos por separado. Su idea era desarrollar las respectivas tramas en un formato de doble cubierta invertida para propiciar un encuentro final en el centro. La idea me parecía redonda para tratar un tema tan escurridizo como el de la suerte y el destino, así que inmediatamente nos pusimos manos a la obra.

P.: El libro está dedicado, por una parte, a los que creen en la suerte y, al darle vuelta, a los que no creen en ella.

La obra plantea una buena colección de interrogantes a resolver sobre los detalles de su argumento y sobre cuestiones relativas a los hechos fortuitos y la manera en la que sin darnos cuenta los propiciamos. El planteamiento es lo suficientemente sugestivo y estimulante de modo que tanto los que creen en la suerte como los que no, deben leer este libro para someter sus certezas a revisión. El ser humano descubrió  hace tiempo que no tiene control sobre el porvenir. Así apareció la idea del azar. Pero precisamente porque existe la suerte, el humano debe aprender a manejarla. Jugar a poner la suerte de nuestro lado es un sano ejercicio.

P.: Da la sensación que el Sr. Buenaventura convierte en positivo todo lo malo que le pasa, todo lo contrario que el Sr. Malapata.

Los nombres de los personajes indican el papel que representan para la historia. En ese sentido, el lector puede parecer orientado a pensar que Buenaventura es el bueno y Malapata el malo. Pero a través de las ilustraciones podemos descubrir que en el fondo las cosas no son así de simples. Uno de los problemas a resolver en este trabajo, precisamente, fue la superación del estereotipo. Y la vía que elegí para ello fue la construcción del personaje. Meterme en su piel, imaginar su conducta fuera del guión, los objetos de los que se rodea y cómo interactúa con ellos. A la gente se la conoce en los pequeños detalles. Esta caracterización implica un retrato psicológico que los lectores deberán indagar para sacar sus conclusiones. Estaría bien averiguar con cuál de los dos se identifica cada uno.

P.: A lo largo del libro vemos una historia que discurre en paralelo pero que, como un espejo, da unos resultados invertidos.

Sí, esta estructura era uno de los puntos de partida del edificio ficcional. Teníamos que apañar las situaciones de modo tal que resultasen opuestas y complementarias. Ambos van al aeropuerto, pero uno vuela y otro no; ambos toman alternativamente el mismo coche de alquiler; ambos viajan en barco; ambos compran lotería pero solo le toca a uno. Es un juego de espejos, pero con simetría central en lugar de axial.

P.: El libro se enriquece con numerosos paralelismos, pequeños detalles que disfrutará el lector despierto. ¿Cómo ha sido el proceso de sincronizar todas las tramas?

Ha sido un proceso largo. El argumento original se fue modificando y puliendo en sucesivas maquetas. Cada detalle que se incluía en una de las historias debía aparecer en algún momento por la otra: detalles principales como los vehículos, escenarios y personajes secundarios; pero también pequeños y minúsculos objetos y bichos. Acabó convirtiéndose en un juego de filigrana, un desafío para mí y para el lector. Algo que a veces sirve para dar con pistas importantes y otras es un simple divertimento. Porque, ¿qué somos nosotros sino un juguete en manos del destino?¿Cuántos cruces y coincidencias irrelevantes acontecen antes de que pueda darse uno significativo? ¿Y cuántas oportunidades realmente importantes nos pasan desapercibidas? No sé. Son preguntas que me rondaban mientras trabajaba en esta historia. El lector encontrará los detalles irrelevantes confundidos entre las pistas, y deberá discernir. Es un entrenamiento del criterio, muy necesario en la vida real.

P.: El libro de la suerte recupera la sensación de juego que debería estar asociada siempre a la lectura.

De hecho pienso que la estructura del discurso multimodal propio del libro-álbum se presta mucho al juego. Una obra de este tipo saca el máximo de su género cuando las palabras actúan como un acertijo que nos empuja sobre las imágenes para que indaguemos. En este caso, las ilustraciones dejan en evidencia que el relato va mucho más allá de lo que se nos da para leer y ahí entramos en el juego para armar el puzzle.

P.: Los colores tienen también un significado especial. El Sr. Malapata vive asociado al rojo mientras que el Sr. Buenaventura lo hace al azul.

Es cierto que algunos matices en la historia de Malapata tiran hacia el rojo, y que lo mismo pasa con el azul en la historia de Buenaventura, pero sucedió sin que me diera cuenta. Miquel Puig, el diseñador de ABuenPaso fue quien supo verlo y lo aprovechó hábilmente para caracterizar las dos partes del libro. Dejaremos en suspenso el significado de las atribuciones simbólicas de ambos colores para dar que hablar a los lectores.

P.: Realizas el libro junto a Sergio Lairla, con el que ya habías colaborado en numerosas ocasiones. ¿Cómo ha sido el proceso en este libro?

Sergio y yo abordamos este tipo de libros formando equipo de trabajo. El objetivo es conseguir un reparto inteligente de las parcelas de relato que cada uno de nosotros asume. En principio las ilustraciones siguen la historia de Sergio, pero lógicamente han de llegar más allá en los detalles. En ese momento el guión original empieza a sufrir modificaciones. La primera colección de bocetos desveló que había que seguir trabajando el argumento. El final de la historia en un principio era un simple encuentro de ambos personajes. Se habían cruzado infinidad de veces a lo largo del viaje, pero solo al final, en la playa, se ven. Se quedaban mirando el uno al otro y el relato quedaba en suspenso con lo que cada uno piensa del otro. No era un final concluyente y lo cambiamos varias veces hasta dar con algo satisfactorio. Ahí fue crucial dar con la idea de la noria y el quiebro de suertes. Estudiamos cuidadosamente qué función debía adoptar la voz narrativa. Un libro con poco texto debe tener muy claro este punto. Sergio decidió dotarlo de cierta ironía y un aire de presagio en el final de cada doble página. Otro momento clave fue cuando decidimos prolongar la historia con el regreso a casa en un gran desplegable central de viñetas mudas. Queríamos dejar el desenlace reflejado, pero libre del anclaje de palabras para transmitir un cierto aire de incertidumbre. Para nosotros ha sido fundamental el reposo de las ideas y el continuo cuestionamiento del argumento. Hemos trabajado seis o siete maquetas distintas hasta quedar satisfechos, boceando y reescribiendo hasta el aburrimiento, en estrecha colaboración, desdibujándose las autorías en favor de la cohesión del conjunto.

P.: Lo gráfico tiene un peso mucho mayor en la obra que lo escrito. Sobre este aspecto recae gran parte del peso narrativo de la obra.

Por definición un álbum es predominantemente gráfico. En este caso sucede que las ilustraciones cargan con el cometido de desarrollar las escenas y describir las acciones ya que el texto asume el relato de sentimientos, pensamientos y emociones de los personajes. Pero lo que vemos en las ilustraciones en parte está guiónizado por el escritor, no lo olvidemos.

P.: Frente al libro ilustrado habitual, centrado en la imagen única, multiplicas las imágenes como pequeñas viñetas que te ayudan a controlar el tempo narrativo.

Sí, me temo que la composición de viñetas evolucionó de forma impulsiva y el resultado fue algo caótico. Parecía más un cómic que otra cosa. Esto fue motivo de la negativa en muchas de las editoriales que rechazaron este proyecto. Sigo sin saber si es un mérito o un demérito de la obra.

P.: ¿Dónde empiezan los límites entre ilustración y cómic?

No es un cómic porque el peso narrativo de la doble página es principal dentro de la jerarquía formal. Y esto es así porque las ilustraciones funcionan no tanto para desencadenar una lectura lineal tras una hilera de viñetas como para despertar, por medio de la atención, la contemplación, la indagación por el detalle escondido y la relectura. Aunque hay que subrayar que, cada día más, los cómics se sirven de estos recursos propios del álbum y viceversa. Con lo cual establecer límites empieza a volverse una tarea anticuada.

P.: El proceso de la obra es tan apasionante como su propia conclusión. Tardáis más de una década en encontrar la forma definitiva del libro. ¿Cómo ha sido el proceso?

Desde la primera editorial que revisó el proyecto en 2003 hasta que firmamos el contrato con A Buen Paso en 2010 la maqueta fue pasando por un montón de mesas, ya ni me acuerdo cuántas. Quizá más de doce. Durante algunos años lo movimos con una representante que trabajó muy a fondo con la obra. Tenía mucha fe en ella, y era el proyecto que todo el mundo le quitaba de las manos, pero misteriosamente nunca llegó a conseguir ningún contrato. Tradujo la maqueta a varios idiomas y la movió por editoras de todo el mundo. Terminó dándose por vencida al cabo de los años, sin explicarse el curioso fenómeno de la suerte del libro de la suerte.

P.: Edita A buen paso, una pequeña editorial que apuesta por una edición de libros infantiles muy cuidad. ¿Cómo ha sido le trato con la editorial?

Sí, la anécdota es muy curiosa. Arianna Squilloni, editora de A Buen Paso, había visto el proyecto años antes, cuando impulsó la colección » Trampantojo» para Thule. Entonces revisó el proyecto con gran interés, pero no lo eligió. Años más tarde, ella se decidió a sacar adelante su propio sello. Para entonces habían cambiado muchas cosas en el libro y cuando volvimos a mostrárselo se decidió rápidamente por él. Después de tantas vueltas volvió a sus manos en el punto preciso de madurez.

P.: Compaginas tu trabajo como ilustradora con el trabajo en el estudio de proyectos Pantalia. ¿Te permite tener una mayor perspectiva del medio?

Sí y no. Es decir, emprendí, junto con Sergio, la iniciativa Pantalia (en 2004) porque entonces teníamos la sensación de que había que promover nuevas perspectivas sobre la LIJ. Entrábamos en el s XXI con un lastre tremendo marcado décadas atrás por la prescripción lectora propiciada por las grandes editoriales de libro de texto y dirigida comercialmente a los mediadores profesionales del ámbito escolar. Todo aquello constreñía el margen de negocio una barbaridad. Lo que se salía del estándar no tenía cabida. Las campañas de animación lectora estaban mal orientadas. No iban dirigidas a la formación estética del lector y del mediador no se ocupaba nadie. Desde Pantalia nos hemos esforzado en abrir espacios de reflexión para lectores y mediadores con la organización de múltiples actividades. Ahora, cumplidos once años desde entonces, la perspectiva se ha visto enriquecida por la experiencia de todos estos años.

P.: Realizas la revista Fuera de Margen, fundamental para el análisis del mundo de la ilustración. ¿Cómo nace la revista?

Simplemente decidimos traducir Hors Cadre[s] para importar una forma de discurso crítico que en España no se estaba dando. Ya ni me acuerdo cuando descubrí HC. El caso es que en cuanto la localicé pedí todos los números y los fui leyendo uno a uno. Me pareció que aquello era justamente lo que hacía falta leer en España: un formato de monográficos que paulatinamente fuera abordando diferentes temas relativos a las literaturas gráficas, englobando cómic y álbum para formar un sentido de género y con un enfoque crítico y reflexivo, exento de intereses comerciales, ajeno a la presión de las novedades; una revista de crítica literaria, no una revista de ilustración.

P.: ¿Cómo ves el mundo de la ilustración?

Buf! La pregunta es enorme. ¡Qué puedo decir! En nuestro ámbito peninsular hay una gran actividad y buen nivel profesional, pero en general percibo mucho ruido. Es decir, hecho en falta el discurso del artista preocupado por elaborar. Escasean las propuestas que impliquen una búsqueda personal y honesta, las obras rotundas, cultas, bien acabadas hasta el final, pensadas, pulidas, sentidas de verdad desde uno mismo, auténticas. Pero el aire de los tiempos sopla en contra de esta dirección. Nos empuja hacia la saturación caótica de propuestas que tienen una vida fugaz y una repercusión muy limitada.

P.: En Fuera de Margen tiene un espacio privilegiado la ilustración editorial. A pesar de todo lo que se publica es muy complicado encontrar una crítica especializada en el medio.

Pero poco a poco se va consiguiendo. Es cierto que el ámbito del cómic lleva ventaja. Creo que el cómic se libra de los tentáculos del Gremio de Editores. Es un sector independiente, no dirigido a la infancia y por tanto ha podido ejercer la crítica con más libertad. Me parece fascinante que exista una asociación de críticos como la ACDCómic de España. En el sector infantil y juvenil esto sería absolutamente marciano. No obstante, percibo que aflora una nueva generación de crítica literaria especializada a través de los blogs. Ana Castagnoli, Ellen Duthie, Anna Juan, Celia Turrión, son nuevas voces críticas en el ámbito de la literatura gráfica para la infancia, pero hay más.

P.: ¿Proyectos?

Muchos, demasiados, quizá. A corto plazo y como editora, publicar dos nuevos ensayos dentro de la colección «Cuadernos Hexágono» (de la cual podríamos hablar otro día). El uno de Beatriz Sanjuán: Érase una voz: el primer libro del bebé, el otro de Celia Turrión El contrato fantástico, sobre la fantasía liberadora y salvaje en los álbumes infantiles. Y como autora a medio plazo, terminar de escribir un cuentecillo que tengo a punto de caramelo, y ponerme manos a la obra con un nuevo álbum de Sergio que ya está esbozado. Ahí andamos.