
En 2015, en el mundo, 65,3 millones de personas, es decir, uno de cada 113 seres humanos, se desplazó de sus hogares debido a conflictos y la persecución. (ACNUR)
Andréi Kurkov[1], el novelista ucranio más importante, en su artículo de EL PAIS de abril de 2022, decía: “Sigo llamando periódicamente a mis amigos, mi hermano y mis vecinos del pueblo. Los aldeanos ya han plantado patatas. Ahora están plantando cebollas. Pronto sembrarán zanahorias y remolachas. Donde no hay guerra se oye el ruido de los tractores por todas partes”. El escritor ucranio cuenta en su Diario de una invasión que también quería sembrar calabazas en 2023 porque “en Ucrania no es posible no tener calabazas en otoño”. Pero para que la población pueda retomar esos placeres, recuperar lo cotidiano, la guerra tendrá que haber terminado, y los últimos acontecimientos hacen pensar que ese escenario está cada vez más lejos.
No creo que el envío de tanques y armas pesadas a Kiev cambie el curso del conflicto. Con toda seguridad lo alargará más, que servir para obligar a negociar. El Kremlin ha dicho que estos envíos elevan la contienda a otro nivel de cuyas consecuencias globales nadie duda.
Kurkov señala sus signos de agotamiento y ansias de volver a la normalidad de vida de la etapa prepandémica: “Tengo muchas ganas de volver, de disfrutar de una primavera soleada, ¡está tan bonito el pueblo en esta época del año! Todavía recuerdo la maravilla de la primavera y el verano de 2020, en plena pandemia, que pasamos en nuestra casa del pueblo”, sentimiento generalizado no solo entre el pueblo ucranio, sino en toda Europa, que desde 2019 no encontramos espacio para la PAZ y el SOSIEGO.
Me cuesta trabajo pensar como puede sobrevivir un campesino ucranio con una pensión de viudez o de jubilación con 150 € al mes, aunque viva en una zona rural de autoconsumos, con los precios que han alcanzado los productos básicos y la energía.
Conmueve ver el drama generalizado del pueblo ucranio, de evacuación interna y emigración externa, en medio del desconcierto y las penurias y, la desvalidez como acompañante, sea cual fuere el destino de sus vidas. Los desplazamientos forzosos de cientos de miles, o incluso millones de personas han sido dramáticos desde la edad media cuando las hordas tártaras-mongolas de Gengis Kan[2] invadieron el territorio de la actual Europa oriental. Todo desplazado quiere volver a casa, aunque su casa haya dejado de existir.
Jorge A. Capote Abreu
Santander, 29 de enero de 2023
[1] Andréi Yúrievich Kurkov, San Petersburgo, 23 de abril de 1961)
[2] Gengis Kan (nacido Temuyín; Dulun Boldak, ca. 1162) fue un guerrero y conquistador mongol que unificó a las tribus nómadas de esta etnia del norte de Asia, fundador y primer Gran Kan del Imperio mongol, el levantó el imperio más grande de la historia.