
Bienvenidos al sitio de la música popular tradicional de Cantabria.Desde aquí podrás conocer todas las grabaciones históricas y a los grupos que en la actualidad promueven, interpretan y divulgan nuestra música tradicional, unos ritmos y tonadas que se entroncan con el basamento cultural celtíbero y las aportaciones de las distintas gentes y pueblos que se fueron asentando en nuestros valles con el paso de los siglos. Nuestra música popular de la meseta, la montaña, las vegas y la marina, bebe y recrea, a la vez, los rasgos primitivos de nuestra tierruca junto al intercambio cultural que en las localidades marineras existió siempre con otras zonas del mundo y en la meseta con el interior de la península, marcando una propia y muy definida personalidad, que la diferencia también de su vecina música tradicional asturiana o castellana. La denominada canción montañesa es mas brava, tiene menos adornos que la asturiana, es mas viril, mas recia, más montañesa..
Como afirmamos, nuestra música popular bebe también en las tradiciones marineras, la cadenciosa habanera nos trae reminiscencias de las relaciones que nuestro pueblo tuvo con las antillas, miles de cantabros navegaron, crearon y cantaron bellas habaneras.
En la actualidad, nuevos grupos «hijos de la cultura anglosajona que nos vendieron las emisoras de radio en los últimos 20 años» adoptan una instrumentación propia de banda de rock con algún instrumento popular para buscar la conexión perdida de la música que hacían, o podrían hacer, las tribus celtas que formaron el germen, de algunos de los distintos pueblos que se asentaron en nuestros valles cantabros, cada uno con su cultura propia, campurrianos en el sur con su cultura de meseta, los pasiegos y su mundo, purriegos, lebaniegos, pescadores y gente venida de todo el mundo por la hermosura de la tierra que los historiadores romanos definieron como Cantabria, desde hace unos 3.000 años.
Por desgracia estos sueños románticos están también dirigidos por las multinacionales del disco que tras la imposición de la música pop rok anglosajona impusieron los sonidos «Celtas» como una marca musical más, al igual que en Nueva York , al final de los 60 las discográficas latinas impusieron la marca «Salsa» un término que solo define una sonoridad, una instrumentación y unos arreglos orquestales de piezas tradicionales del Caribe hispano.
La pretendida música Celta de los 70 y 80 es un producto discográfico más, dirigido por el mercadeo (marketing, en ingles) de las multinacionales anglosajonas a los jóvenes «alternativos» para tenerlos en su orbita de consumidores de cultura y productos. La historia de la música nos enseña que cada tiempo tuvo su música y que cada música su autor y la música que durante, al menos 500 años, nuestros mayores han interpretado en sus reuniones, fiestas y celebraciones es la que ahora realizan solistas como Benito Diaz, Julian Revuelta, «El Chaval de Cabuerniga», Sergio Agüeros, Chema Puente, Begoña «La panderetera de Cantabria», Avelina Fernandez, Almudena Lopez y otros grandes autores e interpretes que tenemos el orgullo de poder conocer en vida, y la obligación, de generar entre los jóvenes nuevos valores de nuestra música tradicional cántabra. La muerte de Masio fue un mazazo para nuestra cultura que tiene como base la transmisión de historias narradas pero la FUNDACION CULTURAL SON AL SON, revitalizará nuestra trova en breve..
Nuestra historia musical no estaría completa sin hacer mención a la tradicional Canción del Norte o Machinera, representada por conjuntos músico vocales de ciudad, que adoptaron valses, rancheras, pasodobles, marchas, polcas y otros ritmos para cantar a nuestras ciudades como Los de Puerto Chico, El Cuarteto Piquío, Los Puertoschiqueños y actualmente Los Carabelas.
Primeras grabaciones en pizarra, de música popular cántabra Coro Ronda Garcilaso 1947
En la obra «Musicos y canciones de Cantabria» de Arturo Gómez López podemos leer: «La tierra cántabra es suma de muy variados factores. Sobre la faja costera marítima común al Norte de España baja y aún se desploma un graderío impresionante de montes que entre hermosos valles interiores franquean los 800 metros de¡ borde norte de la meseta castellana en unos 50 kilómetros de fondo. Las cimas rozan los 2.500 metros y tras los montes está la banda ondulada de los valles del Campóo que tocan Castilla
Tres mares esperan a sus ríos. Unos hacia el Duero y el mar lusitano. Otros hacia el Cantábrico, el mar ancho. El Ebro hacia el Mediterráneo. Como grupo humano los cántabros han vivido y convivido con vascos y asturianos y con los castellanos del páramo. Con tres variedades humanas distintas y muy pro fundamente diferenciadas.
Una fusión de cultura agrícola matriarcal y cultura pastoril patriarcal. Por las instituciones predomina el régimen matriarcal. Por la economía, sobresalen las formas pastoriles patriarcales. Los mareantes y marinos acusan siempre formas predominantemente viriles, sin olvidar a las «pescateras» cántabras..
Pronto aparece la mayor singularidad de Cantabria. Su legendaria resistencia a Roma. Hasta Augusto prosigue el combate que sólo se extingue con el exterminio de Cantabria consumado por Agripa. Y sólo 100 años después vemos cántabros en las filas romanas pero vigilados muy de cerca y confinados en los ejércitos provinciales del confín oriental euroasiático. Mientras, en Cantabria pacificada, sólo los menores de edad escaparon al exterminio, romanización y urbanización fueron delgado barniz. Tampoco el primer cristianismo, esencialmente romano, enraizó en Cantabria.
Tampoco enraizan los germanos aun al precio de destruir Amaya. Y en el siglo octavo el empuje árabe arrincona a los castellanos contra Cantabria y Asturias. Y se produce la segunda singularidad cántabra. Con la fusión de castellanos de la meseta desaparece Cantabria antigua. La nueva será otra cosa totalmente distinta que sin dejar de ser Cantabria habla, piensa y se organiza en la original forma del Condado de Castilla. Por acá está otra clave de la ambivalencia cántabra.
Marismas de Castilla. El mar medieval es para Cantabria un pequeño universo, franco y anglosajón. Un ensayo de lo que en el Renacimiento será la aventura americana, primero navegante, después y más acentuadamente desde el siglo XVIII, comercial. La capacidad comerciante del Santander moderno reside tanto en las antiguas Marismas de Castilla, como en los solitarios carreteros que día a día franqueaban los puertos de Castilla, hacia el mar. La ambivalencia cántabra, la mujer en la casa y en el prado-huerto; el hombre, por esos mundos, con su carro o con su nave.
Hombre y mujer, reservados hasta la timidez. Orgullosos e independientes en su vieja hidalguía. Siempre solos, desamparados, como hombres primigenios. Emigrantes constantes en América, en Andalucía, en Madrid. Siempre fieles a la tierra en que nacieron.
Siempre trabajadores. Capaces de hacer el moderno Santander desde la villa que hace dos siglos sólo tenía 225 vecinos y medio. Y todo el campo actual y las populosas ciudades heredadas afanosamente del tiempo medieval dan hoy una compacta densidad sólo aclarada en el valle del Campóo donde éste linda con el páramo burgalés.
Viajes, ausencias, soledad activa, nostalgia vivida más que sentida. Así canta su poeta ciudadano Amós de Escalante:
Vago acento del pálido horizonte,
como el agua hecha nube
de la marina al monte,
de cauce en cauce, de hoja en hoja, sube…
(Poesías: En la montaña)
Tarde y en vano ya mi engaño advierto,
¡musa del Septentrión, melancolía ¡,
cansada el alma, declinando el día,
sin favorable mar, ni rumbo cierto.
(Poesías: Marinas)
En el siglo XIX se acentúa la influencia de la zona marítima sobre el interior de Cantabria. Con la guerra de la independencia y los acontecimientos de dicho siglo se acentúa el papel preponderante de la ciudad de Santander que viene a ser el escaparate y la bandera de Cantabria. Lo que si beneficia efectivamente a dicha ciudad hace perder a la provincia parte de sus matices. Así encontramos en el fin del siglo en las minorías cultas santanderinas una negativa a asimilar y a depurar, recreando cultamente, todo el tesoro que yace escondido en cada valle interior. Solamente al final del siglo Santander descubre algo del escondido mundo montañés. Y en nuestro tiempo con harto retraso respecto a la valoración se empieza a admitir la existencia de un folclore musical montañés distinto desde luego al vasco, diferente en evolución si no en origen al astur y fuertemente entroncado con el leonés medieval y castellano.
Lo que es evidente es que en el interior de la Montaña y en las comunidades marítimas locales siempre se ha cantado y se ha danzado con características distintas o dispares al resto de la Península.
Dada la intensa vida de relación de la Montaña con Castilla es lógico que un cancionero de Castilla la Vieja incluya canciones y danzas de Cantabria, en aquellos ejemplos en que la comunidad de vida y las formas culturales son comunes a castellanos del norte y montañeses del sur. Pero ello no es obstáculo para que pueda y deba darse un Cancionero de Cantabria en donde se agrupen todas las modalidades de esa tierra.
Son notas comunes con Asturias el poder conservador del Cancionero Montañés. A los que ayudan la separación, soledad e intimismo cultural de dichas áreas geográficas. Con la ventaja conservadora que ha permitido a través de Asturias y de Cantabria recuperar temas de la vieja tradición castellana que el Condado de Castilla no supo o no quiso conservar.
El autor afirma en el texto: «Se compensa con esta virtud la relativa pobreza que sufre el canto popular montañés, predominantemente aldeano, al no sufrir la bienhechora acción del mundo cortesano de las pequeñas pero muy activas cortes castellanas feudales. Lo que para el Cancionero Castellano ha sido una fuente de riqueza. Tampoco los temas de la Montaña se benefician de la reelaboración culta de nuestros poetas del siglo de oro. Tan sólo la tradición eclesiástica es patente en los cantos de Cantabria, si bien la cristianización de Cantabria medieval fue retrasada, de acción muy lenta y de características muy locales ajenas a las homólogas del mundo exterior montañés. En el siglo XIX, la tradición eclesiástica se refuerza, sin perder sus características locales.»
El autor realiza la siguiente clasificación: «Los cantos responden en la Montaña a la siguiente temática: CANTOS INDIVIDUALES CAMPESINOS, tanto de las distintas faenas del campo como CANTOS MOLINEROS y CANTOS DE CARRETEROS. CANTOS DE MONTE, muchos de clara influencia Astur. TONADAS DE RONDA y CANTOS DE ROMERIA y al fin los CANTOS MARINEROS. Dos originalidades hay que son formas modernas del viejo feudalismo: LAS MARZAS, cantos de petición, que si por una parte pueden estimarse villancicos por otra es una forma social típica de Cantabria por la cual los cantores entran en las casas y asocian a la familia propietaria a su ingenua dramatización; y LOS PICAYOS, originales cantos de elogios. Ambas formas mezclan en su referencia a quien los oye el respeto y el donaire de una sociedad en que la independencia y la igualdad son norma. Incluimos también danzas y bailes. Estos en sus dos variantes más notables: «A lo alto» alegres, rápidos cercanos a la jerigonza castellana y asturiana y a la seguidilla y «a lo bajo» que son recreaciones campesinas de formas más cultas. En general los bailes montañeses, como muchos norteños, llevan letra, pues en realidad son una forma intermedia de copia bailada. Las danzas por el contrario son silenciosas y las montañesas menos gimnásticas y más plásticas que las vascas. Como ellas y como las asturianas suelen intercalar en el silencio rítmico, gritos o palabras sin significación alguna».
El autor define a los Cantabros en función de la música popular: «Con sus cantos Cantabria da una fiel imagen del mundo creador. Son alegres en la expresión melódica, recatados en los sentimientos y expresivos en su resolución. En todos ellos está presente la ausencia inmediata o futura de aquel a quien está cantado. Su resolución alcanza mucho de esa melancolía que canta Amós de Escalante como resumen del mundo de la Montaña, solo, paciente y activo situado en una esquina del mundo entre la inmensa soledad del mar que se mueve, y la otra, del mar de Castilla petrificado»
La creación de la autenticas estrofas que hoy forman nuestro cancionero son hombres y mujeres, con nombres y apellidos, que compusieron las estrofas que luego se recogieron bajo el apelativo de «popular» sin averiguar o reconocer las autorias de las personas que informaron a Sixto Cordova y posteriores recopiladores