Costa Nostra: España paraíso de las mafias italianas

La presencia de las mafias italianas sigue aumentando en Cataluña y en toda España. Su implantación empezó a principios de los años ochenta y sus actividades han ido ampliándose desde el tráfico de drogas hasta el sector de la gastronomía y de la alimentación.

El martes de la pasada semana, en un control rutinario en el barrio barcelonés de Sants-Montjuïc, se detuvo a un miembro del importante clan de los Mariano de la Camorra napolitana. El hombre, de 41 años y de nacionalidad italiana, estaba buscado por la policía italiana, acusado de pertenencia a organización criminal, tráfico de drogas, extorsión, amenazas y especulación con propiedades inmobiliarias. Aunque la policía española llevaba tiempo sin arrestar a miembros de las familias mafiosas italianas, esta detención no es la primera. Ni de lejos.

En España la implantación de las mafias es evidente, antigua y sólida, pero su presencia continúa siendo “un misterio sin sentido”, como explica Joan Queralt. Periodista y escritor con una larga trayectoria, Queralt estudia el fenómeno mafioso, con especial atención al italiano y a sus ramificaciones en España, desde hace más de dos décadas y es autor, entre otros ensayos, de Crónicas mafiosas, Sicilia 1985-2005. Veinte años de mafia y antimafia(Cahoba, 2005) y La Gomorra catalana (Angle Editorial, 2011). “En España, los mafiosos italianos están pero no están o, mejor dicho, están pero como si no estuvieran».

Aparecen de la nada, son arrestados con expresión ausente, como si no fuera con ellos, y en un pispás, de la comisaría a la Audiencia Nacional y de allí a Italia, a la cárcel. Luego, de nuevo el silencio”, explica Queralt.

Una presencia constante desde principios de los Ochenta

Efectivamente, se registra la presencia de las mafias italianas desde hace más de treinta años en España, sobre todo en Barcelona y la Costa Brava, el Levante, Marbella y la Costa del Sol, las Canarias y Madrid. Ya a partir a principios de los años ochenta, España se convirtió en tierra de acogida para prófugos de las luchas entre familias mafiosas o de las operaciones contra la criminalidad organizada de la policía italiana. Los primeros en llegar fueron los sicilianos de la Cosa Nostra; luego, en los dosmil, las familias napolitanas de la Camorra. Prófugos como los capos Gaetano Badalamenti, Antonio Bardellino, Gaetano Grado, Giovanni Greco, Raffaele Amato, Giuseppe Polverino y Nunzio De Falco, entre otros.

España ofrecía multitud de ventajas ambientales y “técnicas”, favorables a los intereses de los clanes: desde el clima y la presencia de miles de turistas hasta la existencia de costas y puertos deportivos, un aparato del Estado no preparado, la escasa presión policial, una cultura judicial poco adecuada para afrontar con eficacia el problema y un régimen penitenciario blando. El ingreso de la criminalidad organizada en España se explica también porque su lucha no ha sido y no es una prioridad por el Estado, más centrado en las amenazas del terrorismo de ETA y ahora del yihadista, y la respuesta al fenómeno ha sido esencialmente burocrática y más reactiva que proactiva. Según Queralt, ha habido desde el principio una especie de “pacto no escrito” acordado entre las familias mafiosas y las autoridades españolas basado en evitar los episodios de sangre, aunque no han faltado durante estas tres décadas unos cuantos ajustes de cuentas, inevitables en estas actividades, sobre todo en Cataluña y en Andalucía. Ya que las mafias “no disparan” o disparan poco, no se despierta la alarma social y parece que el fenómeno sea invisible. Asimismo, respecto a Italia, faltan asociaciones, centros de estudio, entidades públicas y privadas o plataformas cívicas que estudian el fenómeno y que se movilizan.

Y es que lo único concreto que nos permite percibir la implantación del fenómeno en España son los arrestos puntuales, que no son representativos en absoluto. A día de hoy, como apunta Queralt, “resulta imposible cuantificar el volumen total de negocios de las mafias y el de cada una de las diversas organizaciones, los beneficios de quienes operan de forma discontinua o estable en el territorio, la cuantía de sus patrimonios e inversiones, y las cifras de las operaciones de blanqueo, tanto las que se realizan en suelo español como aquellas que terminan en Italia o en cualquier otro centro financiero del mundo. Miles de millones de euros anuales sin nombres, responsables ni trazabilidad.” Además, no se sabe nada de sus socios locales y de los testaferros que utilizan.

Del tráfico de drogas a la gastronomía

Las mafias italianas implantadas o con presencia en España se han dedicado especialmente al tráfico de drogas y al blanqueo de dinero. España es una de las principales puertas europeas para estos productos, provenientes de América Látina y de África. Según el ministerio del Interior español, se calcula que el tráfico de drogas en España mueve unos 6.000 millones de euros al año. En la península, se incauta el 40% de la cocaína intervenida en toda Europa y el 75% del hachís, correspondiente a un tercio de todas las aprehensiones a nivel mundial.

Sin embargo, en la última década se han notado cambios relevantes en las actividades mafiosas. Por un lado, aunque no ha disminuido el interés en el tráfico de cocaína, ha aumentado notablemente el de hachís y marihuana. Este último es el sector más en auge y la Camorra napolitana está invirtiendo mucho en esto, probablemente también en los clubes de cannabis y financiando el cultivo individual de la marihuana, más barato y con menos riesgos penales.

Además, como se detectó en los años de la burbuja, sigue habiendo inversiones, con compras de pisos y con la apertura de actividades comerciales que permiten el blanqueo de dinero.

Si en las zonas turísticas –como el Levante, Ibiza y Tenerife– las mafias invierten en enormes proyectos inmobiliarios, en Barcelona, Cataluña y Madrid han apostado sobre todo por micro-inversiones o inversiones más pequeñas de 1 o 2 millones de euros, transformados en bares, restaurantes, locales, negocios de importación y peluquerías. Asimismo, el que se considera uno de los sectores más seguros y más rentables es el de la gastronomía y de la alimentación, que, más allá de los restaurantes y las omnipresentes pizzerias, abarca también a las empresas de importación de especialidades para gourmets, que han proliferado notablemente en el último lustro.

De todos modos, hay diferencias entre las diferentes mafias italianas. Si de la Camorra napolitana se conoce algo de su implantación y presencia, gracias también a las detenciones de los capos de los clan Amato-Pagano y Di Lauro en la primera década de los dosmil, el alcance de la poderosa N’drangheta calabresa y también de la Sacra Corona Unita de Apulia es un auténtico misterio para la policía española. Mientras, la Cosa Nostra siciliana que había hecho inversiones muy significativas en los Ochenta en la Costa Brava y en Andalucía, y que se había especulado con que había llegado a comprar algunas galerías comerciales de Barcelona, en los últimos años, también por la crisis económica, ha regresado a la gestión directa del tráfico de drogas. Y esto la ha obligado a poner otra vez los pies en España para poder mantener una conexión directa con América Latina.

Las mafias italianas –y también, por otro lado, la china, la rusa o la georgiana, con las cuales existen contactos y relaciones– tienen una presencia relavante, pero muy poco conocida, en España. Una de las tareas pendientes del Estado y de la sociedad española es la de estudiar seriamente el fenómeno y de crear unas herramientas útiles para frenar su avance.